RESTOS FANTASMA

DESCUBRIENDO TESOROS

RESTOS FANTASMA 
El camino hacia la casa huele a miel y el patio a pulpa de fruta de temporada. La vereda se llena de ese olor por la zafra y la entrada de la casa por las guanábanas maduras que caen como granizos gigantes, olvidados por las nubes escasas. Es abril como se puede constatar por el calor agobiante y por las parejas de “primaveras” que llegan a los árboles cuando el día pardea. Tetecalita se adormece con los ritmos quietos de sus calles y con su casi estática actividad económica, acentuada por esta contingencia sanitaria.
El tema de charla familiar son las enfermedades y la pandemia, el azoro por el cierre de los parques y plazas públicas de nuestros pueblos y la irresponsabilidad de los desmemoriados, o mejor dicho de los que ignoran su pasado y creen que la humanidad tiene cuando mucho cien años de caminar sobre el planeta y por lo tanto les basta con ignorar la emergencia, para salir ilesos de esta crisis.
La nostalgia me llegó de súbito cuando reencontré el libro titulado “Tetecalita. Un pueblo con historia” de la autoría de Catalina Zanela Navarro, un texto que me hizo recordar mis primeras charlas con René Gama Beltrán, antiguo Cronista de Tlaquiltenango y Jojutla y quien me obsequiara un libro de su autoría nominado “Generalidades sobre la historia de Tlaquiltenango, Tlayehualco y Xoxutla”; en donde habla un poco del antiguo barrio de Tetecalita, pero que estuvo ubicado en las proximidades del municipio dedicado a Benito Juárez en el sur del estado.
Esta historia creo que es digna de ser contada, debido a que hasta ahora no ha sido lo suficientemente documentada a causa de que el municipio de Emiliano Zapata, que es donde se sitúa actualmente el pueblo de Tetecalita y el de Jojutla, están localizados en diferentes regiones geográficas y culturales de Morelos; lo que propicia que los diversos cronistas e investigadores del tema se limiten a narrar lo referente a su municipalidad sin ahondar en lo que comprende más allá de sus fronteras, sin imaginar que esta crónica está llena de tragedias, secretos y recovecos; poblada de entuertos, disgustos e imprevistos que afortunadamente se conservan sus testimonios hasta nuestros días.
Y la historia aconteció así:
Es Tetecalita un pueblo con orígenes prehispánicos. Los estudiosos lo ubican como un pueblo sujeto a Xiutepec desde el periodo posclásico (1200 a 1521 d.C.). Gracias a algunos documentos que tuve a la vista, por requerirme un dictamen como perito histórico en un litigio entre Tepetzingo y Tetecalita; se tiene constancia que la merced de tierras que la corona española otorgó a esta comunidad, data del 16 de octubre de 1577, fecha en que Pablo de Luna era el principal de la comunidad y tomó posesión de todos los parajes y terrenos que le correspondían al poblado.
Luego, casi tres décadas después, en el año de 1603 para ser precisos, los originarios de Tetecalita comienzan a tener problemas con los vecinos, principalmente con los españoles que quieren adueñarse de terrenos que les pertenecen. Esto hace que hagan una solicitud al virrey Pedro de Campos para que ampare sus propiedades.
Hacia el año 1618, es fundada la hacienda azucarera de San Vicente, misma que se transformaría con el tiempo en una gran empresa y que marcaría el inicio de pleitos por agua y tierra con los naturales de San Mateo Tetecala -como fuera bautizado por los hispanos- además de traerles complicaciones de salud ocasionados por epidemias regionales.
Efectivamente, para el año de 1640, el sarampión y las sequías azotaron fuertemente a todos los poblados del curato de Jiutepec, en donde estaba incluido Tetecalita; aunque no logra desaparecer del todo a la población de las comunidades originarias, según consta en el libro “Historia de Morelos. Tierra , gente, tiempos del sur; tomo II, denominado la Sociedad Colonial, 1610-1780”
Luego, en los años de 1737 a 1739, la epidemia llamada matlalzahuatl y que era una especie de tifo, ocasiona que en los pueblos de San Francisco Zacualpan, Santa Ana Tezoyuca, San Mateo Tetecala, San Luis Amatitlán y la Asunción Temimilcingo, sucedan un total de 80 defunciones (sin contar niños) y deje 50 indígenas tributarios tratando de aliviarse; esto sin contar los 25 trabajadores muertos de las haciendas de los alrededores, entre indios, mulatos y negros.
Como se señaló párrafos antes, los trapiches y haciendas empiezan a hacer difícil la vida comunitaria de Tetecalita la cual, aunada a la lenta recuperación de la salud de sus habitantes, entra en conflicto con el administrador de la hacienda de Sayula (actualmente conocida como la torre de Tepetzingo) en el año de 1746, a quien le reclaman una tierra que les fue tomada desde al año 1716 por don José Calisteo “el viejo”, con la promesa de pagarles por su arrendamiento la cantidad de 20 pesos por año, aunque nunca cumplió con el trato.
Es bajo este contexto y en esta realidad de conflictos y enfermedades terribles, que el 25 de julio de 1751, llegan algunos habitantes de este poblado, hasta San Miguel Arcángel Xoxutla, a fundar un barrio, conservando su nombre original, luego de una elección de su gobernador en la cual no estuvieron de acuerdo con el resultado los que se quedaron en el pueblo y en cambio emigraron aquellos simpatizantes con el gobernador (así se le llamaba en ese entonces a su líder local) que resultó electo. 
Respecto del carácter de los que llegaron a fundar este lugar, Agapito Mateo Minos en su libro “Apuntaciones históricas de Xoxutla a Tlaquiltenango” transcribe un escrito fechado el 15 de abril de 1864, redactado originalmente por Carlos Urióstegui y Zequeira: “esta tribu fundó el barrio de Tetecalita… este barrio tuvo su origen por gente indígena pero de costumbres y con tendencias de progreso y lo comprueba por estar habitado este barrio en su mayor parte por la genteque se nombra de razón” 
Muestra del empuje de su gente es que apenas cuatro años después de su llegada, en 1755, los del barrio inician a construir su capilla, la cual la dedican a la advocación de la Asunción de la Virgen María. Esta capilla se hizo notoria mas de medio siglo después, al ser utilizada durante la guerra de independencia como cuartel de los insurgentes, en el año de 1811, aunque después fue tomada y utilizada por los realistas, principalmente por el español José Fandiño y sus hijos de nombre Manuel, Juan y Joaquín.
Durante el medio siglo que transcurrió desde la construcción de la capilla del barrio y hasta la lucha por constituirnos como un país libre, los de Tetecalita se involucraron en muchas obras de progreso para Jojutla, tales como la introducción del canal de agua dulce, la construcción de los canales para riego de los terrenos de cultivo de toda la zona y la introducción del cultivo de arroz; según consta en la obra de Minos; sin embargo la fatalidad les llegaría a casi un siglo de constituidos como barrio, ya que el doctor Amador Espinosa en el libro “Apuntes sobre la historia de la ciudad de Jojutla de Juárez”, puntualiza que este barrio se extingue por completo, a mediados del siglo XIX, a causa de una epidemia de cólera morbus, quedando las casas y su capilla completamente abandonadas.
René Gama Beltrán narra que en el año 1865, es derribada la capilla en el periodo en que el señor Joaquín Fandiño funge como Presidente Municipal de Jojutla. También señala que en ese mismo lugar se construyó el teatro “Eva”, destruido durante la revolución y que por muchos años el lugar fue conocido popularmente como “Plazuela del Zacate”, hasta que el 21 de marzo de 1962 es inaugurada, en ese mismo sitio, la Biblioteca Pública “Adolfo López Mateos” que aún presta sus servicios.
Lo que casi todo mundo desconoce, es lo que me confió René en una visita a su casa: “con piedras y restos de la antigua capilla del barrio de Tetecalita, ese lugar que quedó como pueblo fantasma, se construyó también el palacio municipal y algunas casas del centro”
¡Que increíble que esos mismos restos que sobrevivieron a una peste, a la guerra por la independencia, a la lucha armada por las leyes de reforma y recientemente a una catástrofe natural, como fue el sismo del 19 de septiembre de 2017; se estén renovando una vez más para constituirse en un recinto cultural, según dicen los amigos que tengo en aquella ciudad! ¡Que gran fortuna conocer que hasta ese lugar tan alejado del pueblo donde tengo mi hogar, existan vestigios de vecinos y paisanos que decidieron emigrar para buscar mejores condiciones de vida, aunque irónicamente, hayan encontrado su propio apocalipsis!
No cabe duda que las señales y secretos de nuestros antepasados y que nos constituyen como cultura, sólo están esperando a ser descifrados o develados por quienes tenemos el oficio de conocer la memoria de nuestras comunidades, pero con la ética y responsabilidad de compartir este patrimonio con todos porque a final de cuentas es a la comunidad a quien le pertenecen.

Ulises Nájera Álvarez, Cronista.
 LIBRO DEL PUEBLO ORIGINARIO

 IGLESIA DE SAN MATEO EN TETECALITA


 CALLE PRINCIPAL DE LA COMUNIDAD

 CASA ANTIGUA EN EL EXTINTO BARRIO DE TETECALITA

 ANTIGUO BARRIO DE TETECALITA, JOJUTLA

BIBLIOTECA ADOLFO LOPEZ MATEOS DE JOJUTLA

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