DIOSES Y AUGURIOS

DESCUBRIENDO TESOROS

DIOSES Y AUGURIOS.
La duda vino de un amigo, de un paisano callado y atento que se comunicó conmigo por el chat en una de estas calurosas noches: -¿y enfermedades o epidemias, no las hubo en la época del auge de los aztecas, antes de la llegada de los españoles? ¿no hay autor que haya trabajado sobre eso? Indagó.
Hubo que ir a una de mis colecciones para intentar dar alguna respuesta, una compilación de libros de las más pequeñas tratándose de un personaje tan prolífico y de un nivel intelectual tan elevado como es el de don Cecilio… y digo “es” porque creo que sus alcances y erudición siguen siendo de las más brillantes que ha visto nuestro Estado.
Cecilio A. Robelo, un antiguo escritor, políglota, editor, funcionario público, político, lingüista, poeta, bibliófilo, abogado, bohemio en extremo e intelectual de vanguardia de su época. Un personaje que aparece, invariablemente, en todas las antologías importantes de autores morelenses. Un señor que llegó a ser director del Museo de Arqueología, Historia y Etnología del país y que el cronista Valentín López González nos lo describe como un fumador empedernido de puro, extravagante en su vestir y consumidor asiduo del cognac Gautier Freres, mismo que compraba en las tertulias diarias que se llevaban a cabo en el Hotel Morelos de Cuernavaca, a principios del siglo pasado y finales del XIX.
Mi sentido común me decía que en alguna obra de la autoría de don Cecilio, podría encontrar información para resolver la inquietud de mi amigo y efectivamente, la respuesta vino en dos tomos de nombre “Diccionario de Mitología Náhuatl”, obra editada originalmente en el año 1905 y reeditada en el año 1980 por la Editorial Innovación con un tiraje de sólo 500 ejemplares (o al menos es la que tengo en mi casa).
Así es, en estos libros en que pudiera pensarse que no tendrían nada que ver con el tema, podemos enterarnos de una epidemia ocurrida en el año 1098 de nuestra era: “reinando en Tula Topiltzin, el último rey, fue hallado un niño blanco, rubio y hermoso; llevado a palacio y visto por el rey, túvole por mal agüero y mandó le llevasen al lugar en que lo recogieron; mas se le pudrió la cabeza, esparciendo tan insoportable hedor que la peste se declaró por todas partes diezmando la población” Esto en lo referente al tema “Albinos” que contempla el autor.
La obra también relata una gran inundación ocurrida en el año 1500 a los mexicas, catástrofe ocasionada (según las crónicas de ese pueblo) como un augurio que hizo el rey Tzutzumatzin, señor de Coyohuacan y que era hechicero, al ser ahorcado por razón de negarle el agua a Ahuizotl quien las codiciaba para llevarlas a su ciudad. Esta calamidad hizo que la familia real tuviera que irse a vivir a la cumbre del Teocalli o pirámide como la conocemos popularmente, e incluso que los mexicanos tuvieran que permanecer resguardados encima de 32,000 canoas y balsas, hasta que disminuyera el nivel del agua.
Pero lo más interesante en cuanto a la estrecha relación que guardaban los dioses antiguos y las enfermedades, las cita en la página 111 del primer tomo. Allí en la palabra “Cocoliztli” que quiere decir enfermedad, nos da la siguiente información: “Tlaloque daban gotas y tullimientos; Xipe-Toteuc sarna y apostemas; Atlantonan, lepra, gafedad e incordios… Cuetlacíhuatl producía las enfermedades secretas en las mujeres, la mas penosa de las cuales era la que llamaban la cuetlaxóchitl; Xochipilli castigaba principalmente a los hombres, con otras enfermedades de las partes secretas, como almorranas, podredumbres del miembro e incordios. La diosa Toci era la patrona de los que curaban tales enfermedades.
Ya en el segundo tomo, Robelo puntualiza que Toci quiere decir “nuestra abuela”, señala también que con otro nombre, esta diosa era la que producía los temblores y era quien patrocinaba (es decir la que ejercía su patronazgo) a los médicos, adivinos y suertistas, razón por la cual se le llamaba también Yoaltizitl que quiere decir “la doctora de la noche” y que sus terapias las realizaba por medios de baños de vapor, o sea por los milenarios temazcales.
Esta obra es sin duda un fabuloso y mágico viaje por las cosmogonías, la mitología y los augurios de nuestros antepasados y genialmente, es un maravilloso medio por el cual el autor va desglosando el idioma originario del centro del país y dando información histórica de varias culturas antiguas de México.

Ulises Nájera Álvarez, Cronista.
Cecilio A. Robelo en una reunión 
(Imagen del profesor Miguel Salinas)

Imagen tomada del libro "Historias y paisajes Morelenses"

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