CUERPOS ETERNOS

CUERPOS ETERNOS
Me ha sucedido en tres ocasiones, todas de sorpresa provocando un gran entusiasmo en mi y quienes me acompañaban. Son de esas vivencias en que sabes que estas contemplando algo poco común y que difícilmente se repetirá un hallazgo como ese en tu vida. Aunque como reitero, a mi me ha tocado la gran fortuna de presenciar tres veces el suceso.
La primera ocasión vimos su huella en una gran peña ubicada en lo alto de la Sierra Montenegro , en un paraje bautizado como “el origen” por los jóvenes que arriban hasta ese lugar para practicar un poco de senderismo o simplemente por vivir la aventura de recorrer caminos viejos que te conducen hasta un mirador hermoso, donde tienes la sensación de poder contemplar el mundo al igual que lo pueden hacer las águilas y los zopilotes del campo.
Todo el viento de las montañas inundando tus sentidos y viendo a lo lejos a Cuernavaca, Atlacholoaya e incluso al nevado de Toluca, cuando amanece sin bruma el horizonte y tus ojos pueden recorrer todo el centro del estado sin problema.
Y ahí estaba la seña de un caracol prehistórico, mostrando su cuerpo como de galaxia en elipse, demostrando las grandes similitudes que hay en el universo entre las cosas diminutas y los gigantescos cuerpos celestes que guardan en su interior planetas mucho más enormes que el nuestro.
El segundo lo admiramos en un simple tecorral delimitando un terreno muy grande en los campos de Tepetzingo. Esta piedra era como el sueño premeditado de un coleccionista habitante de otras eras en las que la tierra estaba en sus periodos de inicio. Un personaje imaginario con una estatura considerable y con un gusto muy refinado como para colocar más de veinte fósiles en una roca de aproximadamente 50 centímetros. Lo mas insólito era imaginar a quien se le ocurrió colocar esta piedra en un burdo límite de una propiedad, otorgándole un sitio de otra simple pieza de este rompecabezas de rocas sedimentarias.
El hallazgo más sorprendente lo realizó un trabajador y aventurero del campo. Un señor con un gran carisma y mucha suerte en sus bolsillos. De este personaje me esperaba todo, excepto que en su humilde casa se guardara la huella que viene a desmentir lo que muchos niegan: biólogos, ingenieros, y académicos de vario lugares; hombres de ciencia que niegan que en la Sierra Montenegro halla restos de fósiles con un tamaño mayor a criaturas marinas o restos coralinos de una edad importante.
Ahí estaba en esa casa a donde fui invitado a comer, arrinconado con sus tesoros más valiosos de ese señor, este amigo con espíritu de niño que me indicó que sus tesoros son los que implican alguna valía sentimental, o un valor netamente histórico porque para algunas personas, una roca cualquiera puede ser parte de sus recuerdos de infancia. Esto era lo que en realidad era: una piedra de un mamífero de gran altitud que se había quedado fosilizado en un paraje lejano. Una parte de lo que pudo haber sido una pierna y a un lado una pieza dental a la que todavía se le puede ver la encía y tal vez restos de una mandíbula
Sin duda todas estas maravillas y enigmas todavía existen en los cerros de Morelos y por eso las comparto, porque tengo la esperanza de que todos la conozcan y para que quien las posea, como se sabe entre los pueblos que integramos la sierra, las cuide o las lleve a una institución en donde les proporcionen el cuidado idóneo. ¡Ah! y ojalá las estudien para dotar de mayor información al respecto. 
ULISES NÁJERA ÁLVAREZ




Comentarios

  1. Maravillosa narración Ulises, como siempre es un placer leerte y agradezco que compartas tu conocimiento con nosotr@s. Me uno a ti para conservar y difundir las maravillas bioculturales de nuestro hermoso estado de Morelos.

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